Con la frente marchita.

La noche, era como cualquier otra.

Ella, con un conjunto de esos que la hacen ver seria pero linda. Él, relajado y cómodo, como siempre. Juntos, no eran como esas parejas que se ven el uno para el otro, eran de aquellos con aparencia ajena uno del otro.

La noche, de cine y besos obscenos.

Ella, lo observa bajo la luz tenue que refleja la pantalla sobre su rostro, recuerda momentos en que ese simple detalle le hacía sonreir y saber que tenía al hombre al que amaba al lado. Él, toma entre sus manos aquellas manos femeninas con deseo, con el deseo que no ha podido dejar desde que estuvo en su cama.

Más tarde, ella, como ya es su costumbre, lo lleva clandestinamente a su recámara, lugar que ha sido cómplice de todos aquellos argumentos que ella prometía jamás cometer. Curioso. Ahora jugaba el papel con el que antes le tocó perderlo. Él, mientras ella habla de su filosofía de vida, pasea sus dedos por las grandes curvas de su pecho, ella, con la voz entrecortada, sigue. Sigue como la primera vez que la hizo suya en la alfombra de aquella sala donde momentos más tarde la que ocupa su lugar estaría.

Tienes ojos de mar, ¿Sabes? .- Dijo él.
¿Crees? .- Dijo ella.
Sí. Y esa extraña combinación de ternura con sensualidad que es inminente. .- Él respondió.

Ella, con el cuerpo erguido, con la hiel y las ganas sobre la piel, lo besa, con esas ganas que le calan la piel, esos besos que se sienten hasta el alma. Él descubre su piel blanca, siente la tibieza entre sus piernas y se sumerge en ella, temblando, como quien desea. Ella, sabe que no está bien pero ese calor, esa sensación que emana de su vientre le permiten seguir, "será la última vez", piensa.

Él, la toma con fuerza y le dice que jamás lo deje.

Ella, con la voz entre cortada y casi imperceptible le dice: hace tiempo que te olvidé.

Tú dejaste que pasara y quisiste volver.
Yo hice que pasara y así te olvide.
Te lo dije, mis palabras no eran en vano. Lo siento.